En el ocaso del día,
cuándo la oscuridad se acerca para hacerse dueña de ti, cuando el sol se empieza a cubrir con los nubarrones
del final, es ahí cuando recuerdas el
bello amanecer, ese momento tan especial, con el cual comenzó todo.
Disfrutar de volar
aquella cometa con el aire de la mañana, ese aire calmado que todavía no
avisaba de la tormenta que te faltaba por vivir. Corrías con la prisa de
alcanzar el medio día, con el afán de vivir aquello que aún no era el momento,
corrías con la esperanza de abrazar el amor que no era tuyo. Nadaste tantas
veces en el rio junto al arcoíris matutino, gozando de sus colores pues todavía
no sabías que tras él había siempre una tormenta, ventajas de la inocencia.
Ahora parece como si
hubiera sido tan solo un momento, pero ya han pasado tantas cosas, este largo
día ha contado con alegrías infinitas, con pasajes dolorosos, con amor y
desamor, con un sol brillante, con tormentas y eclipses, más sin embargo
siempre ha vuelto a relucir la luz de este ahora cansado sol.
Es cierto, el final de
este día se acerca rápidamente, o por lo menos así parece, cuestión de
perspectiva. La verdad es que está
próximo el momento de descansar, de entregar cuentas a la sabia naturaleza, de
cerrar la historia de este día.
El viaje ha sido largo, y
no han faltado contratiempos en el trayecto, ha sido muy difícil y a veces
cansado el viaje de inicio hasta este instante, cuando ya llega el atardecer,
cuando ya está la noche por apagar la luz.
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